Sobre el ciclo lectivo 2021 en las Universidades Nacionales

Ante la continuidad de la pandemia, el inicio del ciclo lectivo 2021 y el tratamiento que los medios de comunicación han dado sobre el retorno a la presencialidad en el sistema educativo, resulta oportuno repasar los puntos centrales de la postura de la Federación de Docentes de las Universidades (FEDUN) al respecto y en su relación a la situación actual.

En primer lugar, es atinente recordar que la posición de nuestra Federación ha sido siempre priorizar la salud y proteger tanto la de los y las trabajadores/as docentes como la de toda la comunidad universitaria, en consonancia con la oportuna medida tomada por el Gobierno Nacional de Aislamiento y de Distanciamiento Social, Preventivo y Obligatorio (ASPO y DiSPO) en un contexto crítico, destinadas a robustecer y adecuar eficazmente el sistema de salud para enfrentar la pandemia. 

Otro de los puntos básicos que sostenemos es que la educación virtual no reemplaza, de ninguna manera, el necesario trabajo presencial en las aulas. En todo caso, y como se viene comprobando por la experiencia del año pasado, puede ser un buen complemento a tener en cuenta. En este sentido, siempre abogamos por que el retorno a la presencialidad en el sistema universitario contemple las características inherentes a él. 

Bajo esas premisas, se desarrolló en todas las universidades públicas de nuestro país un ciclo lectivo 2020 dominado por la modalidad virtual, que implicó un denodado esfuerzo de todos/as los y las docentes, las instituciones y los y las estudiantes.

Para el ciclo que comienza, a instancias del DiSPO dispuesto por las autoridades, las decisiones serán tomadas por las distintas Universidades en función de la situación sanitaria local del lugar geográfico en la que cada una está emplazada.

En líneas generales, dada la situación actual en la mayor parte del país, tanto la toma de exámenes finales correspondientes a las mesas de febrero/marzo como el desarrollo del primer cuatrimestre se realizarán de manera virtual, haciendo las debidas excepciones en aquellos casos que requieran inexorablemente de la presencialidad para su desarrollo. Entre estos últimos, por ejemplo, se cuentan los/las estudiantes de carreras de salud que estén próximos a finalizar sus estudios, o las prácticas de laboratorio, que no pueden realizarse de forma virtual. La vuelta a la presencialidad que implican estos casos se llevarán a cabo con los debidos protocolos y cuidados.

Por un lado, es muy alta la cantidad de adultos mayores de 60 años y grupos de población de riesgo que integran el plantel docente en la educación superior. Además, el 80% de los docentes universitarios cumplen dedicaciones simples y, en muchas universidades, llegan a dictar clases en varias comisiones en simultáneo, por lo cual el grado de exposición conlleva un riesgo de contagio que no puede pasarse por alto. 

Tomemos por caso, y como ejemplo, a las Universidades del área metropolitana de Buenos Aires (AMBA). Allí es común que un/a docente tenga a su cargo varias comisiones -supongamos cinco- y en cada una de ellas dicta clases a unos 50 alumnos, dando un total de 250 alumnos en más de una sede. Ante un caso de Covid-19, sería necesario aislar a todas esas personas para poder moderar el riesgo de contagio.

Sumado a ello -y a diferencia de la primaria y secundaria-, la educación superior no cumple con la característica de ser “de proximidad”, lo que en este contexto genera un problema para el transporte de estudiantes, docentes y no docentes, y torna imposible el sistema de burbujas. Si lo aplicamos al ejemplo anterior, esos 250 alumnos habrían tenido contacto con otras cientos de personas imposibles de contactar. La propagación sería muy rápida.

Por otro lado, otra situación que abona la necesidad de continuar con la modalidad virtual en el arranque de este año, tiene que ver con cuestiones administrativas de los ingresos y primeros años, cuya readaptación a la presencialidad conlleva plazos que deben tenerse en cuenta. En este sentido, cabe considerar que muchos/as alumnos/as ya se inscribieron en sus comisiones combinando horarios y sedes distintas, incluso alejadas entre sí, de acuerdo a la oferta que hacía posible la virtualidad. A modo de ejemplo, tomamos el caso del CBC de la Universidad de Buenos Aires, en donde los alumnos se inscribieron para cursar el Ciclo Básico Común de 7 a 9 horas en una materia dictada en San Isidro, y de 9 a 11 en Avellaneda, opciones que solo existen en un escenario de cursada virtual. En estos casos, ante un hipotético retorno repentino a la presencialidad se verían obligados a elegir una cursada por sobre otra. Será necesario una antelación, una instancia de transición, que permita reacomodar edilicia y administrativamente las casas de estudio.

Entretanto, sobre la base de la experiencia adquirida, consideramos que el dictado de clases virtuales en el sistema universitario demuestra ser viable, ya que, a diferencia de lo que ocurren en la educación inicial y media, los alumnos son, casi en su totalidad, mayores de edad, estudian de forma independiente -fuera de la universidad- y están más acostumbrados al uso de herramientas tecnológicas. No obstante, en este punto es necesario atender a una cuestión prioritaria del acceso a internet: para garantizar la cursada es necesario garantizar la conectividad. Por eso, desde la FEDUN insistimos en la necesidad de que se refuercen las acciones desde el Estado para que todos/as y los/as estudiantes y docentes tengan acceso a internet. Además, resulta crucial implementar un plan masivo de entrega de computadoras para que docentes y estudiantes cuenten con las herramientas necesarias para el mejor desarrollo posible de las clases.

Como se dijo más arriba, es necesario reparar en que, en cierta medida -y en algunos ámbitos, carreras o materias más que en otras-, la virtualidad llegó para quedarse. En algunos casos, por sus características, ofrece importantes soluciones instrumentales, como por ejemplo en el caso de aquellos seminarios masivos y clases magistrales que suelen dictarse de forma simultánea a cientos de alumnos y que, gracias a la virtualidad, los estudiantes pueden disponer de su registro cuando y como lo requieran.

Por otro, entendemos que la virtualización abre un amplio abanico de posibilidades pedagógicas que deben aprovecharse. No podemos dejar de reconocer que algunas de sus características tienen potencialidades positivas, en tanto que pueden facilitar y dinamizar los procesos de enseñanza-aprendizaje adaptada a los tiempos que corren. En este sentido, desde los gremios de la FEDUN, junto con las universidades, se planificaron y se pusieron en marcha diversas ofertas de capacitación tanto en el uso de Tecnologías de la Información y la Comunicación, como en la elaboración de contenidos didácticos y pedagógicos pensados desde y para entornos virtuales. 

En este innegable escenario, entendemos que la virtualidad debe estar al servicio de la práctica docente, en beneficio del proceso de enseñanza-aprendizaje, y no al revés, y que las tecnologías son un complemento que debe mantener la presencialidad en las aulas como el lugar central.  

Teniendo estos preceptos en cuenta, los y las docentes universitarios/as trabajaremos, al igual que como lo hicimos durante el ciclo lectivo 2020, incansablemente para garantizar y sostener el dictado de clases. 

Por último, antes de pensar en la vuelta a las aulas universitarias, debe incluirse a los y las docentes universitarios/as lo más rápido posible la campaña de vacunación, bajo el control de las propias instituciones, para que, de esta manera, todos/as los/as docentes sean vacunados/as, empezando por la población de riesgo, logrando la deseada inmunidad y el retorno a la normalidad de la vida académica.

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